“En La primera casa, Santiago Loza (Córdoba, 1971) se concentra en una vida miserable y monótona, una existencia tan gris y vacía a la que ni siquiera la temprana muerte de los padres del protagonista le otorga una mínima justificación. Hay más que eso, una suerte de pulsión, o menos: la nada. Gonzalo y su hermana Diana conviven, desde que se convirtieron en huérfanos, con una tía que no los maltrata pero que, tal vez como consecuencia del sacrificio que implicara hacerse cargo de los hijos de su hermano, está incapacitada para entregar afecto o, siquiera, para mostrar un atisbo de interés verdadero. Pero más allá de esa relación cuyo único idioma es el de la sangre o la culpa, Gonzalo y Diana se hallan encerrados en una tristeza sin tiempo, o en todo caso un tiempo muerto en el que cada día es fatalmente idéntico al otro.”
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